En tiempos venideros, lo llamarán Siglo de Oro, porque nunca antes las artes y las letras alcanzaron tan altas cotas de ingenio e inteligencia. Por desgracia, el oro de este siglo es más metafórico que real, pues sobre el trono de las Españas se sientan los últimos monarcas de la dinastía de los Austrias, cuyo gobierno se hace cada día más insignificante. En las villas y pueblos de la nación abundan hidalgos, frailes y pedigüeños, y los viejos Tercios españoles sangran en los campos de Flandes, mientras que, al otro lado de la Mar Océana, el Nuevo Mundo se encuentra cada vez más acosado por piratas y corsarios.
Mientras tanto, ocultos en frondas antiguas, ruinas olvidadas u oscuros pasadizos de castillos ahora reconvertidos en palacios, se esconden las viejas leyendas, que se niegan a ser olvidadas. Las gentes sabias y prudentes saben a ciencia cierta que aún hay duendes en los negros bosques, espíritus en las frías tumbas, magia en los destrozados libros y demonios en los más profundos y oscuros recovecos del corazón de los hombres.
Bienvenido, forastero, a Villa y Corte.