A veces, los muertos no pueden descansar. Onryo murió aterrorizada, furiosa y entre grandes sufrimientos. Ahora atormenta a cuantos viajeros se le acercan o a aquellos que le recuerdan a la familia que la asesinó. Demasiados han seguido a su distante y fantasmal figura al vislumbrarla entre los árboles y se han unido a sus pequeños huesos en una negra y solitaria charca.